jueves, abril 06, 2006
Día 50 [5 de abril 2006]
Las 14:02 sin duda alguna son una buenísima hora para despertar. Fresco y airoso me puse de pie, con una sonrisota de oreja a oreja, fue de esos despertares de alegría, de ganas de reír sin razón alguna, de esos días en los que se vuelve a un estado básico de felicidad y de inocencia.
Necesitaba ir a lavar, pero primero, había que comer algo. Desafortunadamente, lo único con lo que contaba era un bolillo y coca cola, que Toño me había comprado un día que él no quería dormir. Nunca he sentido los estragos de la soda a la hora de dormir, cuando tengo que dormir duermo, la única cosa que me mantiene despierto es mi cerebro y mis pensamientos raros.
Total, me comí el bolillo, así solo y me tomé la soda. Me cambié y me fui al Mercadona. Primero quería ir a Alcampo, pero estaba lloviendo y no me quería mojar tanto. Antes de ir al hipermercado, dejé la ropa en la lavandería.
Cuando salí de la lavandería, la lluvia empezó a arreciar, seguían siendo delicadas gotas, pero caían más de ellas cada vez, pintando el suelo de otro color. Muchas veces, cuando veo las cosas mojadas, siento que los colores resaltan más, como aquí, los caminitos rojos por los que ando toman un rojo más intenso y más serio a la vez.
Mientras caminaba, la lluvia se estrellaba contra mi cara, me estaba empapando, el aire era frío, yo iba cantando, cantando bajo la lluvia, sin baile; no aguanté todo el trayecto, porque empecé a sentir como mi cara se congelaba; a veces, cuando hace mucho frío, no puedo hablar bien, y las sss y las ch’s me salen atropelladas.
Llegué empapado al Mercadona, el agua escurría de las mangas de mi chamarra, pero la calefacción del lugar evaporó rápidamente los residuos de lluvia con los que entré. Al principio no estaba muy seguro de qué estaba haciendo ahí, como que por un momento mi mente se separó de mi estomago, y me sentía un poco fuera de lugar.
Caminé entre los pasillos, solo viendo los estantes, recorrí todo el mercado hasta llegar nuevamente a la entrada, donde, por fin, tomé una canastita, las cuales han sido cambiadas, ahora son de un color verde más fuerte, además de que ya son de las que tienen una larga agarradera y llantitas, para no tener que andar cargando, como en Alcampo.
Compré una barra de pan, sin orillas [si, ya me gustó], pechuga de pavo, de la que tengo que cortar yo los pedazos [¿Trozo o pedazo o cacho?], queso para pizza, empanadas de tostador, de 3 quesos, queso Philadelphia y queso para changüis [si, mucho queso], una soda que decía que tenía 6% de zumo [a.k.a. jugo] de limón, tallarines para hacerme un día de estos y, nada más y nada menos que, unas semillas de girasol sabor Tijuana, así como lo leen, “Sabor Tijuana”, aún no las pruebo, porque quiero compartirlas con los demás en la residencia, entonces la próxima vez que nos juntemos para ver una movie o algo las abriré. Carlos me ha dicho que son buenas, espero con ansia comerlas, a ver si saben a tacos el gordo o hot dogs de la plaza o tacos de pez o a comida de maquila [si he comido en una maquila, cuando era joven, trabajé como 4 meses, pero esa es otra historia], o tal vez sepan a pan de la panadería Ensenada o a la panadería que está debajo de la casa de la abuelita de mi amiga Evelyn, o a carne asada con amigos y/o familiares, o a las tortas de ruffles que comíamos cuando patinábamos, o a la nieve del tepoz, o a las quesapizzas de la secundaria, o a tortillas de harina, o a todas esas que se me olvidan en este instante.
Cuando salí del Mercadona, el Sol estaba radiante, el cielo semidespejado, las nubes se habían alejado ya se marchaban hacia el horizonte, a esconderse tras las montañas. El contraste fue lindo, fue como: “días grises sin comida, días coloridos con comida”.
Dos bolsas, una en cada mano, en una iba la soda y la barra de pan, en la otra, todo lo demás. La luz del Sol se estrellaba con los charquitos de agua que quedaban por aquí y por allá.
Me detuve en una esquina, a tomar fotos, bajé las bolsas. Cuando tomé nuevamente las bolsas, miré que una de ellas escurría líquido, supuse que las había puesto sobre algún charco. Pero seguía escurriendo, era la soda. La saqué rápidamente y un chorrito me atacó, me mojó la frente. El embace se había quebrado, tenía un pequeñísimo orificio, como hecho por una aguja, del cual salía un fino chorro de soda, que se esparcía con el aire y se convertía en una delicada niebla de gas, agua y sabores artificiales, ah, si, y 6% de judo de limón.
Me dio risa, de esa risa ingenua que hacía algunos años olvidé y que apenas hace unos meses recuperé, es bueno reír así, con esa libertad. Lo primero que hice fue tapar el orificio con mi boca, tratando de tomar todo el líquido que quedará a ese nivel. Recordé los tiempos de los Pau-Pau’s, de cómo los niños con los que conviví le hacían un hoyito debajo, y por ahí se lo tomaban, yo nunca hice eso, me daba más flojera estar mordiendo el plástico que simplemente quitar el aluminio de arriba, ahora que lo pienso, yo no tomaba Pau-Pau’s, tomaba Frutsis [de naranja o limón, nada más], los Pau-Pau’s me sabían a tierra al final.
Luego, me puse a jugar con el chorrito, porque me cansé de estar pegado a la botella, entonces la ladeé un poco y así me la llevé en una mano. Escuchaba el sonidito del gas escapándose, a pesar de que tenía puestos mis audífonos, era un cd tranquilo, Louder Than Bombs de The Smiths, depresivo de hecho, contrastante con mi alegría infantil, creo que la canción en ese momento era “Half A Person”.
Dejé las cosas en la residencia, me tomé dos vasos de soda, para que ya no se escapara. Puse la ropa a secarse. Luego una siestecita.
Cuando desperté metí en la tostadora una de las empanadas, que terminó chamuscándose, pero de todas maneras estaba buena. Fui por la ropa y en el camino me encontré a Rapha y a Vítor [me había equivocado, no se llama Víctor, se llama Vítor]. Me comentaron que era el cumpleaños de Luís y que pensaban comprarle un pastelito y pues felicitarlo en la residencia.
De noche, nos juntamos todos, menos Toño que estaba en su clase de pintura, a ver el chútale, con las botanas ahí y las chelas y todo. Fui por la cena con Lili, la pedí para llevar, pone todo en platitos de plástico y los tapa con papel aluminio.
Los brasileños a cada rato me preguntaban por el paradero de Toño, ya estaban desesperados por sorprender a Luís. Ya como a las MIL 9 MIL, llegó Toño y por fin le dimos la sorpresa a Luís, estábamos casi todos los de la residencia: “Carlos, Rebeca, Reyes [otra equivocación, la chica no se llama Rey, se llama Reyes], Rapha, Toño, Vítor y Melinda [que no viven aquí], Bea y su novio [que tampoco vive con nosotros] y yo, faltaba Rosalía que había salido por algo de la escuela.
El canto de las mañanitas fue medio raro, cada quien cantaba su cura, yo mejor tomé fotos. Era un pastelito, como de 18 cm de diámetro, todos comimos un poco, tenía chocolate y nieve y no sé qué, no soy muy fan de los postres, o sea, no se mucho de postres, estaba bueno.
Llegó la hora de dormir, me iba a bañar, pero me dio flojera y me dormí así todo crusty, de todas maneras era temprano, así que puse el despertador para alcanzar a bañarme antes de ir a la escuela.
Unknown 9:06 p.m.
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