martes, abril 25, 2006
Día 68 [23 de abril 2006]
Soñé que estaba en mi cuadra, en esa en la que he vivido los últimos 14 años de mi vida, ininterrumpidamente, salvo unos 6 meses en la secundaria, que tuve una crisis y me fui a vivir a casa de mi tía Libia, y otros 6 meses en el 2002 que estuve en otra casa mientras remodelaban, bueno, destruían la vieja y construían la nueva casa.
En el sueño, había una especie de problema con la mafia japonesa en Tijuana. El cabecilla de ésta, era muy cruel y despiadado.
Yo estaba en la calle, y se veía como antes de que la pavimentaran, grietas en el suelo y montones de tierra que servían de banquetas.
Por alguna extraña razón, a los mafiosos se les ocurrió que nuestra cuadra sería un buen lugar para descansar de la persecución policíaca. Tenían carros viejos, como camaros de los 70’s.
De pronto, apareció el gran capo japonés, vestido de la manera más casual, con una vara en mano, todos los mafiosos en la calle se quedaban tiesos, esperando instrucciones. Yo estaba sentado en el suelo, lo vi de reojo, y me puse a dibujar garabatos con mi dedo en la tierra.
Él daba órdenes en japonés, y se puso a escribir una palabra en el suelo con su vara. Me detuve un momento y me puse a ver qué era lo que escribía. Era mi nombre, una de las pocas cosas que recuerdo de mi mini clase de japonés. Sin embargo, el había utilizado un símbolo diferente. Me puse de pie y me aproximé a él, le pregunté que si también era correcta la manera en la que yo escribía mi nombre en su idioma, me contestó que si, y me estaba explicando algunos detalles, cuando se detuvo y me vio, dijo:
- ¿Te sientes solo?
- Sí, ¿Por qué? – le respondí sorprendido.
- Tienes un aura y mirada muy solitarias – me contestó con una sonrisa tibia.
Luego, empezó a hacer unos dibujos en el suelo, era como si estuviera haciendo una cuadricula grande en el suelo, pero contaba mientras hacia cada trazo. Decía diferentes números, como 9, 17, 3, 25… y así. Al final fue uniendo puntos con su vara, hasta formar una figura de 6 lados como:
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Me dijo que ese era el camino por el que mi vida iba, y que no era nada bueno, que tenía que cambiar, que ahora me encontraba en el extremo izquierdo, a punto de dar vuelta al lado inferior y que tenía que hacer algo para evitarlo. Al principio se me sentía escéptico, pero aquel “cruel y despiadado” hombre me empezó a contar algunas de las cosas que me habían pasado, sin decir muchos detalles.
Me contó que yo me sentía en un lugar muy seguro, con todo a mi favor y muy estable, pero un acontecimiento cambió las cosas y mis planes se vinieron abajo por solo apoyarme en una sola persona, tuve que comenzar nuevamente desde cero, tomando elementos para formar una nueva base en la cual ponerme de pie, pero que no había puesto nada sólido, que todo estaba tambaleante y si no me cuidaba y hacia algo al respecto, caería nuevamente y quizá esta vez no pudiese volverme a poner de pie. “todo fue muy rápido y actuaste como un albañil que levanta cimientos con mucho cemento y pocos ladrillos” – dijo [eso quedo grabado con claridad]
Tuve miedo, le pedí que me diera un ejemplo de lo que pudiera ser un buen elemento para poner en la base, me dijo que eso lo tendría que descubrir yo.
El sueño cambio, estábamos el capo japonés y yo, sentados en la banqueta de tierra, cuando se acercó un auto a nosotros, un tipo asomó la cabeza por la ventana del conductor, yo jamás había visto su rostro, pero tenía una sensación de que era alguien a quien yo conocía, me dijo:
- Wacha, un súper choque.
El auto subió rápidamente por la calle y después bajó a toda velocidad hasta el cruce con la calle paralela, que tenía un camellón. El auto, amarillo, se detuvo justo frente al camellón y dio un giro y regreso hacia nuestra dirección, tras él, venía un carro café 4 puertas, de esos cuadrados grandes de finales de los 70’s y principios de los 80’s, como algunos taxis, que van para el centro de Tijuana. Se acomodaron los 2 en la esquina de arriba en nuestra cuadra. Uno al lado del otro. Arrancaron y los vimos pasar frente a nosotros, despegando una enorme nube de polvo a su paso.
Se impactaron contra el camellón, el auto amarillo salió volando por los aires y callo del otro lado, ileso y siguió su curso a toda velocidad. El otro, el café, no corrió con tanta suerte; con el impactó y el peso que caracteriza a esos autos en la parte frontal, se giró en el aire y cayó sobre su techo; mientras el auto volaba por los aires, el pasajero de atrás salió por la ventana y, de hecho, el auto lo golpeó antes de quedarse quieto sobre la calle. El conductor se arrastró y escapó junto a una mujer que salió por la ventana del copiloto con un bebé en brazos. Llegaron los paramédicos y desperté.
Desperté con una sensación muy rara. “¿Qué estoy haciendo mal?, ¿Debo darle importancia a lo que dijo el mafioso japonés?, ¿Debo guiarme por los sueños?”
Nunca he sido una persona supersticiosa, y la verdad es que creo no creo en los sueños como premoniciones, pero, no sé, fue tan raro. Me fui a desayunar.
Fue otro día de tarea. Mi madre llamó, me mandó un paquete, yei. Parece que ya se apuntaron 2 tías a acompañarla en verano, ojalá que todo salga bien. Retomé un poco la escritura y empecé a hacer limpieza de la memoria de la laptop, de los 100GB que tenía ya nada más le que quedan 11GB, mucha música pues.
Unknown 6:32 p.m.
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