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miércoles, mayo 03, 2006
 

Día 73 [28 de abril 2006]

El despertador sonó a las 8:27 [aprox], rodé un poco en la cama y me estiré. Me puse de pie y caminé en chones al baño a lavarme la cara y orinar. No me había puesto la pijama en los últimos días porque me daba flojera sacarla de la bolsa de la ropa limpia.

En el baño me di cuenta de que ya era tiempo de otro corte de cabello; no soporto estar greñudo, me desespera, además de que me veo más cabezón de lo que ya estoy.

Fui a desayunar, era viernes pero tenía planes y no quería estar en la cama cuando llegaran las señoras de limpieza [¿si hubiera puesto “las mujeres de limpieza” hubiese sonado despectivo?]

Regresé al cuarto a revisar algunas cosas por Internet. En eso estaba cuando entraron las de limpieza, hicieron su rutina mientras yo estaba sentado frente al escritorio. Cuando se fueron, bajé un episodio de Seinfeld y después me metí a bañar; aunque este tragando tanto siento como si estuviera adelgazando [sí, es posible] o tal vez sea el cabello, sepa la bola.

Mientras me alistaba, me puse a bajar un cd: In Case We Die de Architecture In Helsinki. Ya pasaba del medio día cuando por fin salí de la residencia. Fui a una tienda que está a las afueras de las residencias, por donde está el banco Santander, compré un bonobús.

Cogí el autobús, frente al hospital universitario. Llegué a la estación de tren a las 12:47, el próximo tren con parada en Atocha pasaría a las 12:56, me senté en una banca a esperarlo, saqué de mi mochila el libro que me envió mi madre y me puse a leer.

Este libro me resulta más difícil de leer, pues tiene muchas palabrotas y ciertas oraciones poéticas [por llamarles de alguna forma] que me hacen que lo tenga que leer de nuevo, además de que me enfada más rápido, porque al ser un libro en caminado de cierta manera a lo que es la evolución del hombre y de su psique, automáticamente tomo una postura un tanto arrogante hacia él, lo mismo me pasó con “El Lobo Estepario”, o sea, lo estoy leyendo y pienso: “eso ya lo sabía yo” o “esto ya lo había pensado yo”; esta mal de mi parte tomar así el libro, pero no lo puedo evitar, me nace ser mamón con este tipo de libros, y además como apenas estoy dando pasitos por esto de la lectura, me cuesta acostumbrarme.

Sabía que para llegar a mi destino tenía que tomar la línea 1 del metro de Madrid y bajarme en la estación Iglesia, de ahí solo era caminar como 2 cuadras.

En atocha hay mucho movimiento, muchísima gente por todos lados, en las máquinas para boletos siempre hay gente haciendo fila.

Sería mi primera vez en el metro y en lo único que pensaba era en el capítulo de Seinfeld titulado “The Subway”, lo tengo que bajar.

Al principio no sabía si estaba en el lado correcto, no sabía si iba o venía; había un letrero que decía las paradas del metro de la línea 1, pero yo no sabía ni para dónde estaba el norte ni el este. Después de un rato me iluminé y supe a dónde tenía que ir, era el que iba a la Plaza Castilla.

Al subir, sentí cierto nerviosismo, pero me distraje viendo las caras de aburriemiento de la mayoría de los que estaban adentro. Mientras avanzábamos, pensaba en el tren que no se ha construido en Tijuana y en el capítulo de los Simpsons del monorriel y en las muchas ocasiones que fui de compras en el trolley con mis amigos. Cuando patinaba empecé a aventurarme con el transporte público de San Diego, iba con mis compitas, riendo todo el camino, éramos unos jovenzuelos de 15 años, todo era patinar y reir.

En la estación Tirso de Molina el metro se detuvo más de la cuenta y la gente comenzaba a cuestionarse qué era lo que sucedía [lo deduje al imaginarme lo que decían viendo sus expresiones]. Primero no le di mucha importancia, pero luego empecé a ver gente afuera, caminando hacia la salida; me quité uno de los audífonos y alcancé a escuchar “avería”. Nos bajamos del metro. Justo cuando puse los dos pies fuera de éste, escuché al conductor decir: “bajen del metro, el servicio queda suspendido”.

Había mucha gente molesta – ¡esto es un cachondeo! – Decía varias veces una señora, - ¡lo mismo pasó en la mañana en la línea 2! – dijo otra. Caminábamos hacia el frente, de pronto el chofer se asomó por su ventana y dijo: “¡jajaja! ¡Cayeron!” y aceleró el metro, se fue a toda velocidad riendo, sacando la lengua y apuntándonos. Ok, no. Eso es lo que me imaginaba que sucedería mientras íbamos acercándonos a las escaleras para salir de la estación, muchas veces me imagino cosas así, la culpa la tiene la tele buju ju ju.

Volviendo a la realidad. Un grupo de personas, la mayoría arriba de los 50 años, empezaba a amontonarse frente al primer vagón y la ventana del conductor; decían que ellos no se iban, que se quedarían ahí adentro y que los llevara a donde fuera, que al fin y al cabo se tendría que mover eventualmente. Uno de los señores golpeaba la ventana del chofer con la palma de su mano derecha y decía: “¡esto es una sinvergüenzaza!”.

Yo no sabía si quedarme ahí o irme. No estaba indignado, pues no tenía urgencia, pero el chisme estaba bueno. Después de titubear algunos instantes, subí por las escaleras encaminado hacia la salida. Varias personas estaban aglomeradas frente a la taquilla, para que les cambiaran el billete, me puse a hacer fila con ellos.

El billete de metro para un viaje sencillo cuesta 1€ y con él puedes recorrer todas las estaciones del metro, siempre y cuando no salgas de las mismas. O sea, si te subes en Atocha a la línea 1 y después te bajas en Sol y tomas la 2 y luego te bajas en Príncipe de Vergara y tomas la 9, todo el trip te cuesta 1€.

Me dieron un boleto nuevo, escuché varias veces una voz de mujer por unos altavoces en el techo: “Debido a una avería, el servicio en las estaciones Tirso de Molina y Antón Martín queda suspendido por 30 minutos a lo más, disculpe las molestias”.

Cuando salí de la estación, reconocí un poco el lugar, estaba cerca de la Plaza del Sol, me puse a caminar para ver si encontraba algo interesante – pasar el tiempo mientras lo arreglan – pensé.

Di vueltas por las calles, deteniéndome frente a aparadores de algunos negocios y recorriendo con la vista los edificios al lado de las calles.

40 minutos después, estaba en la estación Sol. Esta vez el metro no estaba tan lleno como el anterior, pude sentarme.

El aparato se puso en marcha y mi mente se quedó en blanco por unos instantes, lo recuerdo porque de pronto algo se activó dentro de mi cabeza y me sacudió, como un escalofrío, y fue cuando vi el letrero de la estación a la que habíamos llegado, era Iglesia. Las puertas estaban abiertas y alguna gente había bajado, me puse de pie de prisa y salí corriendo. Es como si me hubiese quedado dormido y despertado justo donde debía hacerlo, solo que dormí sin soñar y sin cerrar los ojos [más que para parpadear, claro está… ddrrr]

Eran las 15:11, así que la tienda seguramente estaría cerrada [por la bendita siesta], de todas maneras caminé hacia ésta para localizarla bien. ARRAY se llama, y supuestamente ahí encontraría algunos componentes que me hacían falta para mi práctica de digitales.

Una vez localizada la tienda y verificado el horario de regreso, me dispuse a buscar algún lugar para comer. En España no te quedan muchas opciones entre las 14:00 y 17:00 cuando estás en la calle, o vas a comer o vas a comer.

Luego de ver algunos menús del día de diferentes restauransucos, me decidí por uno que tenía spaghetti, después del de el día anterior había quedado clavado, quería más, más!

9€ la comida, spaghetti a la pimienta y dorado al horno, fueron el primer y segundo platillo, una sodita de limón y una nieve. No soy muy fan de la nieve, en general de los postres, pero “de vez en cuando no hace daño” [sí, ya sé que así no va]. Pedí la nieve de chocolate, la mesera me trajo un pequeño recipiente circular de plástico con tapadera de aluminio delgado, de las que desprendes fácilmente, tenía el corazoncito que en México representa a la marca Holanda, aquí se llama Frigo, cuando la abrí me llevé la sorpresa de que era de vainilla y chocolate. Me acordé de cierta personita a la que no le gusta el chocolate – si estuvieras aquí te daría la mitad de vainilla, te diría: “toma esta mitad… anda di que sí” – pensé, y me puse a comer primero ese lado en honor a ella.

Salí del restaurante a las 15:58, había una pequeña plaza frente a una iglesia, con varias bancas, me senté en una y me puse a leer. Me dio frío, después de estar ahí algunos minutos, a pesar de que el cielo estaba completamente despejado, porque en la plaza transitaba una corriente de aire frío de vez en cuando que me endurecía los pezones.

Tons, me jui, en dirección a la tienda ARRAY, y por una de las calles me topé con una peluquería. Había un señor de unos 58 años, medio calvo, en una de las sillas hablando con otro de unos 35 con gafas y una gruesa camisa blanca de manga larga.

Algunas puertas de aquí me destantean, porque estoy acostumbrado a abrir las puertas de negocios hacia fuera y aquí la mayoría son hacia adentro.

Entré a la peluquería, dejé mi mochila en un sofá y me senté en una silla que me señalo el señor de gafas. Comenzó el ritual del corte de cabello. Esta vez si me gustó como quedó, no me hizo esa cosa rara con la patilla que hace que quede toda puntiaguda, además, casi no uso la máquina, a puro tijerazo limpio. Salí happy, paseando mis dedos por mis cabellos recién cortados, mi laiki veri much.

En la tienda ARRAY había una única persona detrás del mostrador, y estaba en medio de una acalorada conversación con, al parecer, un amigo suyo y cliente a la vez, cuando entré a la tienda. Me puse a ver algunos aparadores que tenían ahí, mientras el terminaba de hablar. Como a los 5 minutos, por fin colgó y me atendió.

Le empecé a nombrar las cosas que necesitaba y desgraciadamente solo tenía un circuito de Reset que necesito. Fue mi única compra 3.80€. Le pedí información sobre alguna otra tienda donde pudiese encontrar el resto de componentes, me mencionó una con dirección en Jorge Juan #58.

Al salir de la tienda me fui a un café Internet para buscar en el callejero el lugar exacto donde se encontraba la próxima tienda. Estuve poco menos de media hora, al parecer es un negocio de árabes, en el mostrador estaba una mujer de unos 29 o 30 años con la túnica esa que regularmente usan, que solo les deja descubierta la cara carente por completo de maquillaje.

Mi nuevo destino estaba algo retirado, pero no quería andar más en transporte público, así que opté por caminar, más o menos memoricé las calles importantes y caminé hacia el este.

Entre más tiempo paso en Madrid, más me convenzo de que sería realmente grandioso vivir ahí, sin duda es una ciudad hermosa, se ha convertido en una de mis ciudades favoritas. Me gustan las calles, los edificios, los puentes, los árboles, y todo lo demás [con “todo lo demás” me refiero a los amores platónicos que me encuentro en cada nueva calle transitada]

Era media tarde y la caminada me dio calor, así que me quite la camisa mientras caminaba, bien fashion yo a media calle caminando y encuerándome al mismo tiempo, la hice bola y la metí en la mochila.

Caminé como media hora, y llegué a la tienda CONECTROL. Tienes que tomar un boletito como en las carnicerías de mi rancho, 25 fue mi número. Me vendieron solo un sensor de temperatura y un convertidor de USB a puerto serie, que necesito para conectar el proyecto a mi laptop para hacer pruebas. 20€ en total.

Me dieron una dirección de Internet para que revisara un catálogo a ver si aparecía lo que necesitaba y para que así ellos lo pudieran encargar y vendérmelo.

Eran ya las 18:43 cuando empecé a caminar de nuevo por las calles de Madrid, no tenía planes, pero no quería regresar a Alcalá aún. Me dirigí al parque más cercano.

Llegué cerca de la puerta de Alcalá y me metí al parque que está a un costado de ésta. Me detuve frente a unas bancas de madera, un poco tétricas, pero me gustaron los árboles que tenían a los lados, me senté en la que me quedaba al lado derecho.

Estuve viendo a unos niños trepar árboles y correr, la gente pasaba por el corredor principal en bicicleta, patines, pateando balones, corriendo o simplemente caminando mientras platicaban.

Me puse a escribir esto, avancé hasta antes de tomar el tren hacia la Plaza Castilla. Cayó una pequeña araña sobre mi cuaderno, le tomé fotos mientras ella posaba. Una señora que estaba platicando con una amiga suya en la banca de al lado, me miraba de reojo mientras yo contemplaba al arácnido. La araña empezó a juguetear por las espirales de mi cuaderno, me puse de pie y lo agité con fuerza una sola vez, araña salió volando sin que pudiera darme cuenta de dónde aterrizaría.

Estuve unos minutos más sentado hasta que el aire frío me forzó a caminar para calentar el cuerpo. Saqué la camisa de la mochila y me la puse. Me dirigí hacia el centro del parque.

Entre caminos rodeados de verde anduve, hasta llegar a una especie de gran monumento, se escuchaban tambores africanos. Por la entrada principal al monumento semicircular, aparecían unos policías, estaban frente viendo a los que tocaban los tambores, y al parecer esperando refuerzos. Al llegar una patrulla se llevaron a un tipo de unos 25 años, de piel obscura, que estaba sentado en unos escalones encarando a los que tocaban con ritmo entreteniendo a la mayoría de los que estábamos ahí.

Frente al monumento, hay un lago, un lago de buen tamaño, es una linda vista, algunos patos sobrevolaban por ahí y gente paseaba en lanchas dentro de éste. Pero no eran de las lanchitas esas que tienes que pedalear como loco, eran lanchas de verdad, con remos de madera.

Tomé unas cuantas pics ahí en el monumento y me fui a las lanchas, 4.25€. Estaba nerviosillo, no recuerdo haber remado antes. Serían 45 minutos de diversión sobre el agua. Me subí y puse mi mochila tras de mí, tomé los remos y ¡a darle átomos!

No fue difícil tomar ritmo, aunque a veces me iba de lado, o me equivocaba al querer girar hacia alguna dirección, fue buen ejercicio, y fue muy relajante, cuando estuve a mitad del lago, detuve la lancha y me acosté sobre ella, dejándome mecer por el suave movimiento ondulatorio que el viento causaba sobre el agua, viendo el cielo y algunas copas de árboles, estuvo muy rico. A ratos me puse a perseguir patos para tomarles fotos, pero cuando estaba lo suficientemente cerca volaban.

Como a las 20:30 regresé la lancha a su lugar y me dispuse a caminar de regreso a la estación de Atocha, ya estaba cansadillo, y el hambre empezaba a llamar.

Me subí al tren y me senté en uno de los últimos asientos del vagón, frente a mi estaba una chica rubia, alta de ojos grandes y verdes, me puse a ver por la ventana, hasta quedarme dormido por un momento.

Desperté a medio camino, y sentí que ella me veía, cuando la vi, sus ojos estaban hacia la ventana, me reí discretamente y saqué el libro y me puse a leer, leo como 2 o 3 páginas por vez. Después de un rato ella sacó un teléfono celular, y comenzó a hablar en un idioma que no entendí y que tampoco escuché con claridad, pues traía puestos los audífonos.

En la estación de la Garena, donde está el Corte Inglés en Alcalá, la muchacha se puso de pie y se fue hacia la puerta, para este tiempo ya habíamos pocos ocupantes en el vagón, de hecho en la sección donde yo estaba nada más éramos ella y yo. Ella se asomó por la puerta, como buscando a alguien, y finalmente regresó, se sentó nuevamente frente a mí, le sonreí, y ella también lo hizo, los dos volteamos hacia la ventana nuevamente.

Yo estaba pensando varias cosas, como, si sería bueno que dijera algo, y que en caso de abrir la boca debía de decir algo gracioso o pedir la hora o ¿qué?, me estaba ganando la risa por estar pensando tanto y mejor me volteé hacia otro lado.

Ella tenía su cabeza apoyada contra el cristal y sostenida con su mano, la frente en la ventana, en su mano izquierda su barbilla, tocando con los dedos doblados su mejilla izquierda.

Total que me animé a hablar, sentía que mi corazón latía más rápido, no porque me gustara la chica, era atractiva, pero no me llamaba la atención, el latir acelerado se debía a que no hago cosas así regularmente, casi siempre me quedo solo observando, pocas veces interactúo con las personas que me rodean, soy como una especie de reportero de National Geografic, solo estoy ahí para ver y no interfiero con la vida de las demás especies; no porque no me importe, sino porque a final de cuentas soy timidillo, sí, aunque usted no lo crea.

Le dije exactamente lo que estaba pensando: “me prestas 2 euros”. No, eso pensé justo antes de abrir la boca, así que mis palabras salieron mezcladas con risa, entre nerviosa entre chistosa.
¿No te parecen extrañas estas situaciones? – le dije, pensando: “falta que no hable español, o que yo esté metido solo en esta situación y ella ni enterada de todo lo que según yo está pasando.
¿Perdón? – me dijo, como despertando de un pequeño letargo, apartando su mirada de la ventana y concentrándome en mi rostro.
Esto, que muchas veces vemos a gente frente a nosotros, que a veces sonreímos y que tenemos cierto contacto pero que a final de cuentas no sabemos ni su nombre ni que hace ni porque está ahí en ese momento y la gran mayoría de las veces jamás las volvemos a ver – contesté, cuidando sonar claro por si su español no era muy bueno.
Sí – me dijo, con una sonrisita.

Empezó la plática, al principio algo lenta, pero una vez que agarré viada estuvimos riendo. Su nombre es Aline, brasileña, de 20 años y vive con su hermana en Alcalá, la cual está casada. Aline vino a España a trabajar para casarse en Brasil el próximo año, lleva aquí 6 meses y trabaja de lunes a sábado en una tienda de perfumes en Madrid. No tiene amigos, pero está muy a gusto, está rodeada de gente, la nueva familia de su hermana y sus amigos, además de los vecinos y sus compañeros de trabajo.

Nos bajamos donde mismo, caminamos juntos rumbo a la estación de autobús, unos 15 metros antes de la estación Aline, vio el autobús que debía tomar, se despidió rápidamente y se fue corriendo. Era de la línea 7.

Yo me lo tomé con calma, volví a encender los audífonos y la canción en turno fue Wheels Over Me de Mew [<-- click al botoncito azul, que debe aparecer, para escuchar la rolita {bocinas, encendidas y conectadas (o en su defecto audífonos), ah, sí, y con volumen normal}], ese grupo me está gustando bastante, y recuerdo que era esa canción porque me gusta como empieza la guitarrita.

En la estación me encontré a Lenin, el nicaragüense que conocimos por medio de los brasileños, también venía de Madrid, de hecho venía en el mismo tren que yo. Acababa de salir de trabajar, es webmaster en un diplomado de la Universidad de Alcalá creo, no le entendí muy bien, él andaba engripándose. Lenin también vive en las residencias tiene 25 años y está estudiando una maestría en algo de economía creo. Eran ya las 22:03 y el cielo apenas tomaba un color serio.

En las residencias confirme con Toño lo del viaje a Sevilla que habíamos comentado unos días atrás. Al parecer si iríamos, pero aún había que revisar algunos detalles. Fui a cenar. Para cuando regresé, Toño ya tenía más o menos la idea de cómo le haríamos, pero al parecer nos arriesgaríamos a ir a la estación de autobuses de Madrid, a ver si encontrábamos boletos para ir, porque por Internet decía que estaban agotados. Saldríamos a primera hora, o sea, como a las 7:00. Toño quería ir a visitar a Rapha a su trabajo al Bocadín [así se llama el bar donde es mesero], pero en vista del plan del próximo día yo preferí quedarme en la residencia y alistar algunas cosas para el trip.

Con todo y todo me dormí tardesón, pero listo para una nueva aventura.

Unknown 2:21 a.m.




El Funeral De Los Caracoles



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