miércoles, junio 14, 2006
Día 93 [18 de mayo]
Temprano a la escuela, con toda la flojera del momento, a pesar de que me queda a unos metros la escuela me da mucha flojera caminar a las 8 de la mañana hasta allá, la calle está semivacía y eso empeora las cosas. Pero bueno, a man’s gotta do what a man’s gotta do.
No tuve clase de digitales, porque el profe iría a una conferencia o no sé qué. Luego la clase de control y finalmente a preparar maletas, debíamos estar en el aeropuerto a más tardar 4:50 de la tarde.
A la hora de la comida fui corriendo al comedor, pedí para llevar y me lo comí mientras apachurraba cosas dentro de mi supermaletín. Mi plan era solo llevarme el maletín, pero a final de cuentas también me llevé la mochila, con la chamarrota adentro, un paraguas y Valentina, además de desodorante, jabón y otras cosillas. En el maletín cabría todo si no tuviese como una bolsa donde se acomodan papeles y eso, que me es imposible quitar sin romperla.
Salimos algo apretados de tiempo de las residencias, hubo algunos problemas con los boletos y a penas ese día hicimos reservaciones en un hostal en Londres para dormir por la noche, apartamos 2 noches, la del jueves y la del viernes, el plan era dormir el sábado en el aeropuerto, pues nuestro vuelo de regreso salía a las 7:30 de la mañana o algo así.
Íbamos en el tren todos presionadillos por el tiempo, asustados, pues si llegábamos después de las 4:50 perderíamos el vuelo, no devoluciones, lo especificaba claramente el seudocontrato que imprimimos con la ayuda de la impresora que Bea tiene en su habitación, que es muy parecida, si no es que igual, a la que tengo en casa, esas chilas que tienen impresora y scanner y que sacan copias, esas chilas de la HP. Clic clic.
Nos bajamos del tren muchas estaciones antes que la de atocha, porque se nos hacía tarde y debíamos apresurarnos. Le sugerí a Toño que nos bajásemos y tomásemos un taxi hasta el aeropuerto, la verdad ya estaba yo todo escamado.
Así que nos bajamos, sin saber bien dónde estabamos y por un momento me preocupé mucho más, sentí que había cometido un error al bajarnos ahí. Pero para mi fortuna apareció un taxi al que nos subimos rápidamente y nos llevó hasta el aeropuerto por la horrorosa cantidad de 16€, pero al menos ya estaba tranquilo, ya teníamos tiempo para movernos y respirar.
Checamos el equipaje y nos dispusimos a buscar nuestra terminal. Además, cambié algunos euros por 90 y tantas libras exterlinas, porque los buenos ingleses no aceptan euros, son demaciado finos como para mezclarse con la demás chusma europea. Y su monedita es 1.55 veces más que los demás europeos. Veintitantos pesos por libra.
Después de un pequeña demora, estábamos alejándonos de Madrid, en una nave de EasyJet, que temblaba mucho, por algo son tan baratos sus vuelos supongo. No me quedaron muchas ganas de viajar nuevamente en esa compañía, ni galletitas saladas nos dieron. Jetón mejor.
Fueron poco menos de 2 horas de vuelo. Aterrizamos en unos de los 4 aeropuertos [creo que son 4] de Londres, el Gatwick, todos nuevecillos los tipos, yo estaba viendo para todos lados, buscando letreritos, vi señales para el tren y taxis, Toño me indicó un letrero para autobuses, que decía “local buses” [o algo así], como estábamos todos sin saber bien que show, pensábamos que ya estábamos dentro de la ciudad de Londres, así que nos fuimos a los autobuses locales. La estación estaba algo vacía, vimos los horarios de autobuses pegados ahí, había uno que anunciaba a un autobús al Town Centre, so, esperamos ese.
Un autobús muy común, bueno no común, solo que no era el que esperaba ver en London, yo esperaba el rojo característico de 2 pisos. El que se acercó era azul y de un nivel, moderno, con hidráulicos como los de Alcalá de Henares, lo peculiar era que estaba chueco, o sea, como todo mundo sabe, los británicos son tan fifirufos que van al contrario de todo el mundo, pero los asientos estaban cómodos, tenían cojincitos, 1.30£ por cada uno.
Toño tenía problemas con su tarjeta y no podía sacar dinero, así que me la tuve que rifar yo con los gastos. No biggy, saqué 250£ más los 90ytantos que llevaba pues ya era más o menos para mantenernos los 3 días.
Nos bajamos del bus en un centro comercial, parecían estar cerrando todo, se me hizo extraño, no era lo que pensaba, pero igual estaba emocionado, el cielo era gris con blanco, poco cielo azul de atardecer se escapaba entre las nubes. De vez en cuando caían gotas de lluvia y nosotros tratabamos de ubicarnos.
Después de unas cuantas vueltas llegamos a la conclusión de que no estabamos en Londres Londres, que seguramente estabamos en una ciudad tipo Alcalá, que pertenece a Madrid, algo así como una delegación. Fuimos a un mercado, de la cadena Wal*Mart, pero no era precisamente una Wal*Mart, era la versión britanica. Buscamos mapas de Londres, resulta que nosotros estabamos en una ciudad llamada Crawley, un pueblecito biciclitero, je, el caso es que era muy temprano como para estar cerrando tiendas.
El hambre pateaba la panza, Toño sugirió el McDonald’s, había uno ahí cerca, la verdad yo no tenía muchas ganas de comer ahí, llevaba años sin comer algo bien, solo conitos de nieve y las eventuales papas que alguien me ofrecía por ahí. A no haber mejor opción aparente al momento, entramos, no sabía que pedir, ¿nuggets?, ¿papas?, ¿hamburguesas?, no estaba seguro, tenía mucha hambre y pues la intención era gastar lo menos posible.
Algo en el menú que te ponen siempre al frente y arriba llamó mi atención, decía “Toasted Deli” y las fotos mostraban sándwiches tipo subway pero más cortos y tostados: “de aquí soy” – pensé. Pedí el de roast beef sin mayonesa, Toño pidió unas papas y una soda. La verdad el mentado deli de roast beef estaba bueno, bastante bastante bueno.
Salimos, y la noche ya se asomaba, hacía frío. Nos sentamos a esperar el autobús, el plan era irnos lo más al norte posible y de ahí ver cómo le haciamos para llegar al hostal donde hicimos las reservaciones.
Una señora de aspecto no muy cuidado, traía una cajita con papas fritas, se sentó al lado de Toño, venía acompañada de un señor, no los vi bien, porque estaban al otro lado de la banca. La señora nos sacó plática de dónde veníamos y esas cosas y fue ella quien nos orientó en el camino adecuado a London, debíamos de tomar un tren hasta allá, estabamos en un pueblecito “Rubish” – nos dijo. Dijo muchas otras cosas que la verdad no entendí, porque su acento era muy inglés vulgar [no porque vulgar sea malo, si no que vulgar, ya saben, de la calle, así slang], era como estar escuchando hablar a Ozzy Osburne, me dio pena, pero le agradecí que nos guiara por el camino correcto.
Por el tren pagamos un poco más de 20£. El viaje duro buen rato, como 40 minutos o algo así, ya era noche, pasadas las 10 de la noche, de hecho creo que llegamos a la estación Victoria de Londres a las 10:46 o por ahí.
Puntos menos para Londres al principio, pues a diferencia de Madrid, no hay mapas en cada esquina importante para orientarte bien en el centro de la ciudad. Nos basamos en el mapa del metro y encontramos la estación Bayswater, el hotel donde nos quedaríamos era el Royal Bayswater ubicado en la Bayswater Road con número 121. La estación de Bayswater es vecina de la estación de Notting Hill. Decidimos caminar hasta allá, en los mapitas del metro nunca se ven lejos las estaciones.
Caminamos mucho, pero muchísimo, nos norteamos un par de veces, pero finalmente llegamos a nuestro destino, como a eso de la 1 de la madrugada. Después de recorrer algunos barrios famosos de Londres, ver algunas viejísimas construcciones y medio acostumbrados al sentido de los carros que vienen y van, entramos al hostel, súper cansados y hambrientos, pero la verdad solo queríamos dormir. Pagué 34.16£ por las 2 noches que estaríamos ahí más un depósito de 20£ que me regresarían al chekar la salida. El desayuno se serviría de 7:00 a 9:00. Nuestra habitación: 304, de 8 camas y un baño, eran 4 literas con camas de tamaño individual, en las que a penas pude medio estirarme al despertar. El cuarto estaba obscuro y al parecer lleno, llegamos tratando de hacer el menos ruido posible, pero es inevitable que se escuchen los mínimos sonidos en una habitación donde no entra el ruido del exterior y todo mundo duerme.
Era bueno estar al fin en un lugar caliente, afuera estaba frío, no mucho, pero después de caminar más de 2 horas ya calaba en la cara y manos. Nos habían dado unas sábanas blancas y tiesas, en la cama había una almohada y una cobija de cuadros, me eché sobre la cama de abajo en una de las literas y Toño subió. Ni me quité el pantalón, solo me desabroché la chamarra de Himsa y pusé en los audífonos algo de Portishead para dormir. Al fin soñaría en Londres.
Unknown 10:49 a.m.
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